La entrada presentaba a la vista un patio gigante, un coloso en forma de árboles y curiosos senderos, una mente-corazón, en fusión y búsqueda de armonía.
Agradable la sensación que comienzas a sentir, envuelve a uno como el aire, el paisaje se muestra tal cual es, como una suerte de naturalidad rebosante, un sensible y apaciguado mar de vida con un cielo de remolinos que desafían la estructura del palacio. Una arquitectura sagaz, que no precisa el concepto del tiempo, aprendió.
Supo construirse ante el vasto espacio, remontó alas y descubrió, buceó océanos y volvió, siempre volvió. Aprendió aún más.
Y así como si nada, continuo desafiando al tiempo, un remanente loop de idas, vueltas y despertares nebulosos con forma de sonrisa, la magia no tardó en aparecer, un día se hizo dueña de sí misma, una intensa armonía sensorial despertó a flor de piel, levanto sus brazos y miro el amanecer, mojo sus labios y pronunció lentamente,abracadabra.