viernes, 2 de noviembre de 2018

Arborem


Ante la sombra del lapacho me inclino otra vez,
para inspirarme de amor sintiendo el verde en mis pies.
El silencio me acobija, solo hay viento,
lo percibo en el corazón, acariciando lento.
Para no profanar el lugar con mis deseos mundanos,
estiro los brazos , el alma y las manos.
Intento despojarme de todo pensamiento,
en oruga o diente de león me convierto.
Aquí es donde soy eterno, un templo sin dios,
me fundo en este trono que algún rey perdió.
Un palacio sideral de raíces sin leyes,
no hay Zeus o Hades, no hay plebes.
En el jardín todo es sol y todo es luna.
Todo es oro.